Lo que esconden las anteras


Algo me dice que debo abrirla,
escapar de este engañoso frío placer
y dejar que entre lo que palpita ahí fuera.

Y pruebo a retraer el botón y la abro,
y me encuentro con esa otra forma de mirar:
el canto de un pájaro me estaba esperando,
el olor intenso de la jara y de la paja, la visita
de una abeja que había errado su rumbo.

No había que buscarla, solo había que esperar,
la otra mirada resistía tácita y tranquila,
confiada porque yo seguía viviendo
y proyectaba nuevos versos sin saber.

El insecto, tras golpear el cristal en bucle,
titubea a medida que se acerca, sigue,
modifica su rumbo unos centímetros y feliz
encuentra la salida, y las plantas trabajan ya
en conquistarlo con un polen todavía más dulce.